Felicidad, búsqueda y filosofía
La búsqueda de la felicidad es motivo de reflexión desde tiempos inmemoriales y podríamos decir sin temor a equivocarnos que ninguna de las culturas existentes está exenta de tocar este interesante tema.
Una de las disertaciones más sugestivas sobre la felicidad, heredada de la época del helenismo en la Grecia del siglo III antes de cristo, ha sido la de Epicuro de Samos. Dueño de una vida austera, admirador de la búsqueda de los placeres de la vida a partir de la virtud de la prudencia y pensador que enalteció la mirada al interior para buscar la felicidad, Epicuro continúa a través de los siglos enviándonos mensajes contundentes sobre el valor del ser sobre el tener.
Epicuro proponía la realización de una vida buena y feliz a partir de la administración inteligente de la existencia, sugería la ataraxia [1] y consideraba la amistad como una de las grandes riquezas del ser humano.
Existen según Epicuro dos tipos de deseos; los necesarios o naturales relacionados con la supervivencia y los naturales no necesarios, que son creados por la cultura o la vida social. Si bien para este filósofo el camino a la felicidad se encauza por el placer que genera la satisfacción de los deseos, la inteligencia del ser humano debe ser capaz también de discernir qué placeres pueden también llegar a conducir, paradójicamente, a un dolor mayor.
Epicuro decía que todos podemos acceder a la felicidad, el inconveniente es que normalmente la buscamos de manera y en el lugar equivocados. Nuestro autor tenía una idea de la felicidad bastante singular, decía que no debemos sentirnos culpables por desear tener una vida placentera y divertida si en realidad hemos considerado en involucrar a nuestra existencia un poco de filosofía, es decir una actitud reflexiva sobre el contexto en el que estamos, sobre el sentido de nuestra vida y sobre las consecuencias de nuestros actos.
Podemos tender a pensar que la adquisición de la felicidad es simple; basta tener mucho dinero y así, acudir a un centro comercial e ir de compras. Pero antes de tomar la billetera y disponernos a gastar, Epicuro nos aconsejaría que paremos y recapacitemos. Es fácil pensar que el dinero lo puede resolver todo,… pero no es así; considerando que el placer es una de las cosas más importantes de la vida, Epicuro decía que la sencillez y la modestia pueden enseñarnos a vivir más placenteramente con menos. Podemos sentirnos atraídos por bienes materiales con la creencia que estos nos darán felicidad, pero no siempre deseamos aquello que más necesitamos; la prueba de ello es nuestro comportamiento ante la seducción de la sociedad de consumo cuando vamos de compras. La felicidad momentánea cuando se está comprando muchas veces nos confunde y contrasta bruscamente cuando llegan las facturas de las tarjetas de crédito. Epicuro nos diría al respecto que al no entender nuestras necesidades fácilmente somos presas de deseos sustitutivos como las compras en toda su variedad.
Pero entonces, ¿cuáles son nuestras verdaderas necesidades?
El pensador consideraba que son tres primordialmente; en primer lugar puso a la amistad como algo muy serio, tanto como para que recurrentemente se hallase en compañía de sus amigos comiendo y conversando en el famoso “Jardín de Epicuro”. Consideraba a los amigos compañeros permanentes de reflexión; no aconsejaba comer solo, ni siquiera un simple aperitivo; elocuentemente decía “…Antes de comer o beber cualquier cosa piense en compañía de quién va a hacerlo, más que lo que va a comer o a beber, alimentarse sin compañía es para los leones y los lobos”.
En segundo lugar, la libertad. La importancia de desarrollar la autonomía a partir de cultivar autoestima, era el primer paso para crear independencia no solo mental, en primera instancia, sino también material a futuro. Con la variable compleja que en la actual sociedad, tan competitiva como materialista, es difícil desarrollar la independencia, Epicuro invitaría a buscar, reto no muy sencillo en la actualidad, no tener ataduras económicas; rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita.
En tercer lugar, una vida bien analizada. Hacía alusión a una existencia en la que reservásemos tiempo a la reflexión para hacer el análisis de lo que nos ocupa y pre-ocupa. Decía, que nuestras ansiedades disminuirían si en la compañía correcta nos diéramos tiempo para pensar en ellas; más, para lograrlo, tendremos que distanciarnos un poco del mundo social y comercial, y encontrar el momento y lugar propicios para pensar con calma en nuestras vidas.
Puede ser que el tener dinero en abundancia nos haga pensar que no hace infeliz a nadie, pero la sugerente idea de Epicuro es que si por alguna razón no tenemos los anteriores tres bienes, así tengamos montañas de dinero, será más difícil aún ser felices.
Esta idea es un consuelo para la búsqueda de la felicidad por parte de quienes vivimos en este momento histórico tan mercantilizado.
¿Por qué mucha gente no es feliz?
Al respecto Epicuro diría que la sociedad nos hace pensar y creer, a través de distintos medios, que nos faltan muchas cosas en la vida y el mundo del comercio crea asociaciones implícitas entre lo que quiere vendernos y nuestras verdaderas necesidades.
Dada esta singular circunstancia, tal vez el recurso más interesante en el momento en que vivimos sea el mirar hacia nuestro interior y hacer el balance más honesto de nuestra existencia; ¿por qué no consentir y edificar nuestro interior con una buena y sincera reflexión, porqué antes de pensar en el mundo exterior de las apariencias, no construir el interior para orientarnos sinceramente hacia el bienestar?
[1] Disposición del ánimo por medio de la cual una persona domina la intensidad de sus pasiones y deseos, desarrolla fortaleza ante la adversidad, alcanza el equilibrio para al fin acercarse a la felicidad. Serenidad del alma con relación a la razón y los sentimientos. Se alcanza, según Epicuro, con el análisis de nuestro mundo interior.



